martes, 30 de octubre de 2012

Sugata Mitra y el experimento 'El agujero en la pared'








El 'agujero en la pared' de Sugata Mitra

lunes 8 de octubre de 2012

La primera vez que tuve acceso a una computadora fue a los nueve años. Era una PC cargada con Windows 3.1, propiedad de mi tía, una contadora que la usaba para correr un programa de cálculo. Cuando no estaba en casa, yo me colaba a su estudio, encendía el ordenador y me ponía a picar por todos lados. En poco tiempo, aprendí la ubicación de los juegos (Solitario y Buscaminas, bien recuerdo); y en unos meses, logré cargarle en un diskette (¡qué tiempos!) unos programas más.

Cualquiera que tenga una computadora y un niño en casa, se asombrará con la facilidad con que el chico puede manipular el ecosistema virtual. Curiosamente, casi todo este aprendizaje se da a escondidas. Por ejemplo, mi sobrino solía tomar el celular de su abuela para abrir los juegos. Otro abría Internet en la PC y, en cuestión de horas, ya sabía cómo encontrar los capítulos de su serie favorita. ¿Ellos aprenden más rápido? ¿Es que estas generaciones vienen con otro chip? No necesariamente.

Este comportamiento puede explicarse gracias al trabajo de Sugata Mitra, un científico indio. En 1999, este profesor de la Universidad de Newcastle creó un experimento llamado “el agujero en la pared”. Mitra viajó a la población de Kalkaji, en Delhi, para crear un kiosco con computadoras dentro de una zona marginal, al cual se podía acceder al atravesar un muro. Los niños se colaban y empezaban a experimentar con las máquinas, sin supervisión alguna.

¿Qué fue lo que ocurrió? El experimento demostró que los niños aprendían a usar las computadoras sin necesidad de ayuda, sin haber tenido una experiencia previa o conocimientos informáticos. Mitra halló que los niños podrían aprender a desempeñar tareas en Internet de manera casi intuitiva; además, en pocos meses, los chicos aprendieron nociones básicas de inglés, matemáticas y computación para usar funciones como buscadores, correo electrónico y chat. En consecuencia, lograron mejorar sus habilidad de comunicación, de socialización, y en algunos casos, incluso formarse una opinión propia sobre temas de actualidad.

Mitra recibió un reconocimiento de la UNESCO por su experimento. Hoy en día, el ‘agujero en la pared’ es considerado como una de las demostraciones del paradigma de la educación mínimamente invasiva. A través de ésta, se alienta a que los niños utilicen la tecnología sin intervención, en entornos atractivos que les permitan generar conocimiento por sí mismos. Así que la próxima vez que descubra a su hijo, sobrino u otro chico en sus primeros acercamientos con la computadora, el celular o la tableta, no lo regañe. Déjelo aprender.

Por cierto, si quiere saber más sobre los trabajos de Mitra, ve el vídeo de su conferencia reciente en TED (2010) al final de este post:
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"Los niños aprenden sin límites al estudiar en grupo"




Con la idea de compartir sus enormes conocimientos dentro de la educación, y para explicar los increíbles resultados de sus experimentos, el pedagogo indio Sugata Mitra visitó San Luis y Villa Mercedes (Argentina). En un alto en su agenda participó en el programa “El Poder de la Palabra”, que emite Canal 13 y conduce Daniel Poder. En casi una hora de charla, el prestigioso investigador dio detalles de “Hueco en la Pared”, trabajo que permitió acercarle computadoras e internet a niños de bajos recursos de la India y otros países del mundo. Con esas herramientas pudo determinar las conductas y el rendimiento educativo de los niños al estudiar en grupos.
— ¿Cómo nació su experimento el “Hueco en la Pared”?
— El primer experimento comenzó hace más de 13 años y muchos me preguntan por qué lo hicimos. No hubo una gran razón detrás. Había visto que los hijos de gente rica usaban computadoras. Y me pregunté si había alguna razón por la que los niños pobres no podían hacer lo mismo. Entonces decidí intentarlo. Terminé colocando una computadora en una pared de una villa miseria en Nueva Delhi. Y en unas pocas horas vino alguien y dijo '¿Quién les está enseñando a estos chicos? La verdad es que no sé', dije yo. Así comenzó.

_ ¿Cómo logró financiarlo?

— Estaba trabajando para una compañía multinacional de comunicaciones, en la India, llamada NIIT. Era director de investigaciones, mi tarea era desarrollar programas educativos para el desarrollo de software. Y solía hacer experimentos con distintos tipos de métodos para estos cursos, que eran muy caros. Mi jefe una vez me dijo ¿'Podés pensar cómo podríamos hacer para colocar una computadora en un espacio público? Era la oportunidad y le pedí un poco de dinero para intentar un diseño. Me contestó que sí, volví a mi laboratorio y con mis compañeros hicimos una computadora para esos chicos. Todavía recuerdo cuando mis colegas decían: 'La van a romper o robar y perderemos el dinero. Estoy tratando de hacer un experimento', les dije. Y cuando nadie la rompió ni se la robó me dijeron que eso era un milagro.

-¿Sigue siendo un experimento o se ha desarrollado? 

— Cuando terminamos ese experimento, los medios informaron que parecía que los chicos habían aprendido a usar la computadora por sí mismos. Y por forma accidental el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, estaba en Nueva Delhi por razones laborales. Su asistente le informó sobre el experimento de los chicos aprendiendo por sí mismos. Naciones Unidas tiene un programa que se llama 'No dejemos ningún niño detrás'. Y Wolfensohn se preguntó si era cierto que los chicos aprendían por sí mismos. Vino a nuestra empresa y yo tenía un plan para recibirlo.
Cuando llegó le dije 'Si voy con usted no podrá saber si esto sucede o es un invento, vaya y véalo personalmente, la villa está ahí'. Wolfensohn fue inmediatamente. Tuvo que agacharse porque la computadora estaba muy baja y observó todo rodeado por los chicos de la villa. No tengo idea lo que le dijeron los niños, pero al regresar me puso la mano en el hombro y me dijo '¿Cuánto?'. Cuando el presidente del Banco Mundial te dice eso es como sacarse la lotería. Me dio los fondos para reproducir el experimento por toda India. 
Me llevó cinco años y al final el resultado fue muy claro. Los niños, en grupo, pueden aprender usar una computadora y tener acceso a internet sin importar quiénes son, qué idioma hablan, de dónde provienen o cuánto dinero tienen. Los resultados fueron siempre los mismos, en todas partes. 
Cuando publiqué esto, la comunidad educativa aceptó que este era un nuevo mecanismo de aprendizaje y no necesitaba un docente. Este experimento terminó, pero arrancaron otros. Cuando aprendieron a usar la computadora, los niños empezaron a usar Google para hacer la tarea. ¿Qué hice?, me pregunté. ¿Están copiando o están aprendiendo? Entonces hice más experimentos y descubrí que estaban aprendiendo. Hice otro experimento para saber cuánto podían aprender. Y descubrí que no hay un límite. Hoy los niños, en grupo, son capaces de aprender cualquier cosa por sí mismos. 
Fue allí cuando comencé a mover este entorno alrededor de 'Hoyo en la Pared', sobre todo en escuelas que no tenían demasiados maestros o tenían una mala infraestructura y los resultados fueron maravillosos. 
-¿Cuál es la diferencia del modelo 1 a 1 y su idea de entorno participativo?— Es un descubrimiento interesante para mí que cuatro o cinco niños tengan la capacidad educativa que puede ser más alta que la capacidad individual de cada uno de los cinco niños. El todo es más que la suma de sus partes. Ahora me doy cuenta que si un pequeño observa la pantalla y no entiende el contenido, tal vez pasa a otra página, pero si tenemos cuatro chicos uno entenderá la parte que el anterior no comprendía y un tercero también siempre ayuda. Entre todos llegan a comprender las cosas. De alguna manera, en grupo, salen adelante.
El número mágico para la enseñanza es cuatro niños por una computadora. No hay nada malo que cada niño tenga una máquina, pero a la hora del aprendizaje deben apagarse tres. Y es una gran ventaja que cada pequeño se lleve su máquina a casa y sigan haciendo las tareas en el hogar. 

-Usted ha parafraseado a sir Arthur Clarke al decir: “Cualquier profesor que pueda ser sustituido por una máquina, debería ser sustituido por una maquina”. ¿Cómo se explica esa provocativa idea?

— Tiene sentido esa frase no sólo para los docentes. Si yo puedo probar que una máquina puede hacer una máquina igual que vos, para qué te necesito? Cualquier docente cuando se encuentre frente a un aula debería preguntarse: ¿Lo que estoy haciendo puede ser reemplazado por una máquina? Si la respuesta es afirmativa, debería salir del aula. Pero para rediseñar sus clases y cambiar para que una máquina ya no pueda reemplazarlo.

-Son conocidos sus experimentos con niños, ¿ha trabajado con adultos?

— Sí, lo hice, pero no tengo cosas buenas para decir. Este método en el que hay discusiones en grupos y un aprendizaje auto organizado no funciona muy bien con los adultos. Porque los adultos tienden a una versión al miedo, especialmente si son cuatro desconocidos. No quieren decir algo que los haga parecer tontos y el ego de los mayores es muy fuerte. Los niños no tienen ese problema. Los pequeños se pondrán de pie y preguntarán, ¿hay alguien aquí que pueda ayudarnos? Ellos no sienten vergüenza por no saber. Ahora bien, si los adultos son conocidos entre sí, si son amigos, no habrá problemas.
-Usted cita tres condiciones indispensables para el aprendizaje: comprensión lectora, capacidad de búsqueda de información y decisión de lo correcto.— A lo largo de los años estos experimentos parecen mostrar que los niños pueden aprender cualquier cosa por internet. Pero para esto debe saber leer y comprender, este es un requisito fundamental para el aprendizaje auto organizado. Saber la manera correcta de búsqueda para no perder tiempo. Si tenemos un niño que sabe buscar en internet, sabe leer y entender, sólo le falta decidir si lo que lee tiene sentido o no. Creo en lo que lee, dudar de ello o bien decidir chequearlo. Una vez más, cuatro niños juntos, van a saber mejor qué es lo correcto o incorrecto que un solo niño. Si tenemos muchos grupos de cuatro y les permitimos que hablen entre sí, en general, casi nunca tendrán una respuesta incorrecta. Pero necesitan de su capacidad individual, porque no siempre trabajarán en grupo. 

-San Luis reconoció en su Constitución como un nievo derecho humano el acceso a internet. ¿Cuál es su opinión?

— Es lo más brillante que escuché. La verdad que al principio no lo podía creer. Ahora quiero saber si San Luis es el primer lugar en el mundo donde se ha hecho. En muchas charlas y presentaciones, en los últimos 10 años, dije que pronto llegaría el día en que internet sería un derecho humano. Y aquí sucedió, aquí lo veo. Felicitaciones. Estoy orgulloso de visitar un lugar que así lo considera.


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